Viñeta publicada en ABC el 3 de mayo de 2011


No ha pasado desapercibida a la perspicaz mirada de Mingote el féretro en el que reposan los restos del ya beato Juan Pablo II. En su día llamó poderosamente la atención: una sencilla caja en la que ni siquiera sobresale el tradicional crucifijo barroco, que ha sido sustituido por la cruz y la M -de María- del escudo pontificio de Juan Pablo II, grabados directamente en la madera. Recuerdo unas imborrables y sobrecogedoras imágenes de televisión en las que se podían ver en escorzo la austeridad del ataúd, mientras una suave brisa pasaba las páginas de la Sagrada Escritura colocada sobre su tapa, como si se tratara de unos dedos invisibles que trataban de señalar a la humanidad la fuente de aquella santidad. Antes de ayer, uno de mayo, fue beatificado Juan Pablo II. En dos mil años de cristianismo es el primer Papa beatificado por su sucesor. Sólo han pasado 6 años del fallecimiento. Aún así, ha parecido demasiado a no pocos católicos, como aquellos que ya proclamaban la santidad de Juan Pablo II en las horas siguientes al deceso, en pancartas y cantos: "santo súbito" (santo ya). Un sencillo ataúd para una figura egregia. Aún nos queda mucho que aprender.

1 comentario:

  1. Magnífica la sensibilidad de don Antonio glosando con sus trazos la grandeza de Juan Pablo II.

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