Viñeta publicada en ABC el 3 de agosto de 2011





¡Pedir gollerías! Con ser antigua la expresión no es por ello más conocida. Digo lo de antigua porque ya en el Quijote se puede leer un párrafo en el que sale a colación, delimitando perfectamente su alcance. De la edición del IV centenario que realizó la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española copio la respuesta que da el huésped de la venta al bueno de Sancho cuando éste no para de pedirle buena comida: “¡Por Dios –respondió el huésped- que es gentil relente el que mi huésped tiene! Pues hele dicho que ni tengo pollas ni gallinas, ¡y quiere que tenga huevos! Discurra, si quisiere, por otras delicadezas, y déjese de pedir gullurías En la nota aclaratoria a pie de página se lee: “Gollerías, cosas raras, exquisiteces”[1]. Y este es el alcance de la expresión, pedir cosas tan exquisitas, tan delicadas, tan poco asequibles, tan inalcanzables… que es poco menos que pedir la Luna. Mingote contextualiza la frase en este ambiente de compra-venta de coches de ocasión, y uno no puede por menos que pensar en ciertos vehículos que después de ser acicalados con una inmejorable fachada, sólo sirven para ser lucidos en una exposición, porque lo que es rodar, rodar,… sería mucho pedir.






[1] Don Quijote de la Mancha. 2ª parte, capítulo LIX

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