Viñeta publicada en ABC el 22 de junio de 2010










En la desgarradora viñeta que Mingote nos ofrece hoy parece hacerse eco de la asamblea celebrada el pasado fin de semana por las directivas de Batasuna y Eusko Alkartasuna, para formalizar un acuerdo sobre estrategias políticas a seguir en común a fin de conseguir la creación de un “estado vasco independiente”. Ni qué decir tiene que en ningún momento se ha censurado la actividad criminal de ETA; a lo más que se ha llegado ha sido a abogar por “la desaparición de todo tipo de violencia”, que es la cínica manera que tienen los independistas de encubrir el crimen organizado. No sé si el texto que encabeza la viñeta está sacado del acuerdo, porque ni lo he leído ni pienso hacerlo; hay “literaturas” que provocan tales alteraciones fisiológicas que es mejor evitarlas.

La misma reflexión que se hace este niño ante la tumba de su abuelo se la hacen un millar de viudas, tres millares de huérfanos y varios millares más de familiares de víctimas de esos iluminados de la sinrazón independentista. Cuando el nacionalismo escapa de control, delira. Y es en ese momento cuando es capaz de justificar cualquier actitud por aberrante que sea. Son muchos los que lamentan la decisión de Eusko Alkartasuna, un partido que se tenía por independentista pero ni violento ni justificador de la violencia. El acuerdo con Batasuna supone un paso hacia atrás en su trayectoria democrática, amén de un suicidio político, pues a ningún analista se le escapa que acabará siendo fagocitado por el siniestro entramado radical. Si no saben lo que hacen, allá ellos.

Y mientras esto ocurre, me quedo con la positiva noticia de que el actual gobierno vasco va a llevar la voz de las víctimas a las escuelas. Es una noticia esperanzadora en una tierra con muchos rincones en los que parece haber desaparecido esa virtud. Una educación en la paz y en el respeto a los semejantes se hace más necesaria cada día en ese ambiente radical de odio y crispación. Nos gustaría ver a todos los niños vascos con ramos de flores, pero no en los cementerios, sino en las calles y plazas. Unos ramos de flores que sustituyan a los cócteles molotov que durante tanto tiempo han sido los “juguetes” con los que muchos jóvenes han crecido. Que dejen de ser “los chicos de la gasolina” -en desafortunada frase del Sr. Arzallus-, para ser los hombres de la convivencia, del respeto y de la tolerancia.

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