Viñeta publicada en ABC el 25 de junio de 2010











Todas las señales le indican el camino de salida, pero él, erre que erre. Desde hace varias semanas leemos en la prensa opiniones de dirigentes políticos de la oposición y de cualificados analistas internacionales, en las que señalan que la salida a la crisis en la que se haya sumida España pasa por la salida de su Presidente de Gobierno. ¿Razones? Ser en buena parte culpable del calamitoso estado de la nación, tanto por acción como por omisión. Otros analistas y políticos –incluidos algunos de su propio partido- aportan recetas para salir de la crisis, sin que por ello tenga que dejar su cargo el Sr. Presidente. Tampoco sirve de mucho. Se tiene la sensación de que tantas peticiones de salida han acabado por desorientar al Sr. Rodríguez ZP, que no sabe hacia donde tirar. Pero no sólo es ese el problema, sino que a medida que arrecian las críticas, que su imagen va sufriendo un mayor deterioro nacional e internacional y que los toques de atención le llegan hasta del mismísimo Presidente de los Estados Unidos -a la sazón el Sr. Barak Obama-, el Sr. Presidente se siente más seguro. La reacción no puede ser más sorprendente: donde todos ven una invitación a salir, él ve una invitación a entrar, reacción que refleja magistralmente D. Antonio Mingote con su viñeta. ¿Estaremos ante un caso de daltonismo político?

Es cierto que nuestro sistema político concede a los presidentes de gobierno un plazo de cuatro años para llevar a cabo sus promesas electorales y gestionar los recursos públicos. El Sr. Rodríguez ZP accedió a su segunda Presidencia del Gobierno en marzo de 2008, lo que le da una legitimidad democrática incontestable hasta marzo de 2012. Pero también sabe todo el mundo –esperemos que el Sr. Presidente también-, que forma parte de los usos democráticos el recurrir a la moción de confianza en el Parlamento o a las elecciones adelantadas cuando las circunstancias de un país han cambiado de tal forma que la situación que se vive es sustancialmente diferente de la que se vivía cuando recibió la confianza de la mayoría del electorado. Tanto en un caso –moción de confianza-, como en otro -elecciones anticipadas- el dirigente político de turno hace una demostración de nobleza democrática que le honra. Que las gane o no es harina de otro costal, pero siempre se le recordará por el gesto.

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