Viñeta publicada en ABC el 11 de julio de 2010

El día que se juega la final del mundial de fútbol y la calle se llena de atuendos exóticos con los colores de la camiseta de la selección española, Mingote nos obsequia con esta viñeta cargada de simbolismo: un aficionado se “corona” nada más y nada menos que con ¡un pulpo! ¿La razón? el protagonismo que ha adquirido el pulpo Pau (ver nuestra viñeta del pasado día 9) a raíz de sus hipotéticos aciertos sobre los partidos jugados por distintas selecciones, entre ellas la española.

¿Qué tienen de realidad o de fantasía esos vaticinios? No requiere muchas explicaciones la respuesta: que un pulpo se decante por la almeja encerrada en la urna señalada con la bandera de España en lugar de la almeja encerrada en la urna con la bandera de la selección contrincante no es cuestión de fenómenos paranormales ni tan siquiera esotéricos; es una cuestión de gustos ¡allá el pulpo con su almeja! Eso sí: España con su selección.

Lo que me preocupa de este superficial fervor patriótico que lleva a realizar exhibiciones si no tan disparatadas como la de ponerse un pulpo por peluca, sí al menos parecidas a las que vemos en carnaval, sólo que con unos colores y una bandera que representan algo más serio, lo que me preocupa, decía, es el día después caso de que la selección española pierda la final. Demasiado sentimiento y demasiada euforia puestos en algo tan veleidoso como es un juego en el que ganar y perder es, con demasiada frecuencia si no con toda, más cuestión de suerte que de estrategias y de planificación. Los aficionados al fútbol saben muy bien que un despiste, una salida equivocada del portero o un desvío involuntario de balón, como en el caso del partido contra Suiza, pueden evaporar todas las ilusiones. El día después, gane o pierda nuestra selección, nos vamos a encontrar nuevamente con los cuatro millones de parados sobre nuestra castigada piel de toro, con un inacabable cierre de empresas, con una bancarrota de las arcas públicas, con un lento e imparable proceso de descomposición de la nación española –ahí queda esa manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional en la que se gritó “¡Adios, España!”-, o con esa inicua ley del aborto que acaba de entrar en vigor y que conducirá a la muerte a miles de niños indefensos. ¿Es esto para estar eufórico?

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