Viñeta publicada en ABC el 7 de noviembre de 2010

Si en los fogones del movimiento laicista –que tiene una importante sucursal en el Palacio de La Moncloa- no se estuviera cocinando algo muy serio, podríamos afirmar con un cierto desdén que el invento éste del cambio de los apellidos no dejaría de ser otra estupidez de los “progres” de última generación. Pero no podemos afirmarlo porque el trasfondo es otro y de mucha mayor entidad. La noticia saltó a la prensa días pasados cuando se informó del propósito del Gobierno de modificar algunos artículos de la Ley de Registro Civil, entre los que se encontraban los relativos a la inscripción de la filiación. La avalancha de comentarios ha sido tal que han obligado a decir al superministro Pérez Rubalcaba –o, por hablar con propiedad, al Vicepresidente Primero, Ministro del Interior y Portavoz del Gobierno-, que están dispuestos a buscar soluciones alternativas sin renunciar al objetivo de que no haya primacías en el orden de los apellidos, lo que no es incompatible con la defensa de su apellido Pérez, como él mismo ha manifestado, pues "si no lo hiciera, mi padre no me lo perdonaría". ¿Qué se esconde tras esta reforma? ¿Es una medida aislada? (ya hemos descartado que sea una medida estúpida) ¿Es la supresión de una discriminación? ¿Es un tema de igualdad hombre-mujer? Si recordamos otras medidas del Gobierno referidas a la familia y a la educación –legalización del matrimonio homosexual, despenalización del aborto libre, liberalización del divorcio, relegación de los padres en el proceso educativo (Educación para la Ciudadanía), etc.- podemos afirmar que en absoluto se trata de una medida aislada. Tampoco es un tema de igualdad por mucho que el Vicepresidente Tercero del Gobierno afirme que “supone un paso más hacia la igualdad y termina con la diferencia de género” Si estuvieran realmente convencidos de que con simples cambios terminológicos –recuérdese lo de progenitor A y progenitor B- arreglaban el tema de la igualdad, entonces sí que podríamos hablar de estupidez, pero ya he dicho que no es eso. Tampoco es un tema de discriminación. ¿Qué es entonces? El Papa Benedicto XVI lo viene repitiendo a lo largo de su pontificado y lo acaba de recordar durante su breve estancia en Barcelona y Santiago de Compostela: hay una ofensiva en toda regla del laicismo contra los cimientos cristianos de la sociedad, que tantos siglos ha costado consolidar. Y esa batalla se está librando en España, ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario